El mensaje que Dios nos envió del cielo, a través de Su Santísima Madre en todas sus apariciones: "Rezad el Rosario todos los días para así obtener la paz del mundo", "Orad mucho y haced penitencia por los pecadores", "No ofendáis más a Dios, pues ya está muy ofendido", resumen el pedido constante para nosotros, un llamado a ser santos y dignos de
La devoción consiste en una entrega más profunda y total a María, como modelo del ser humano que todos podemos llegar a ser. María nos demuestra que Su Camino es la ruta más segura para llegar a Dios. Al ser devotos de María, nos acercamos más a Jesús, Verbo Eterno, Dios y Hombre Verdadero, de manera suave y gentil, y por ende ello crea una corriente de bendiciones de nosotros hacia el Cielo y del Cielo hacia el mundo a través de nosotros.
La oración es el alimento constante del espíritu, un diálogo con Dios. Es un paso que se logra a través del rezo cuidadoso y constante, y que una vez que se aquieta nuestra mente y nuestro corazón, logramos abrirnos al Silencio de Dios, cuyo sonido sostenido penetra en nuestras almas y nos hace receptivos a ese encuentro íntimo, personal y maravilloso con Nuestro Padre Creador,
La penitencia a través del ayuno no es más que la realización de actos de perdón para con nosotros mismos, para con las personas que hemos ofendido y no les pedimos perdón, para con quienes nos ofendieron y no perdonamos, para con situaciones que nos ofenden sobremanera y nos afectan directa e indirectamente, individual y colectivamente, nacional e internacionalmente. Vienen acompañados con algunos sacrificios, siempre voluntarios, ofreciendo nuestros gustos personales, nuestro tiempo, o cualquier otra cosa nuestra, como regalo para Dios a través de nuestros semejantes. La idea es ser amor, caridad y misericordia en acción, y en coherencia con lo que decimos es nuestra fe. El fin último de la penitencia por el ayuno es la conversión permanente, es decir el volcar nuestro corazón de toda nuestra forma anterior de vida y volvernos total y plenamente una nueva forma de llevarla, dirigiendo nuestros pasos a las cosas del Cielo, con total responsabilidad, individual y colectiva, de nuestro rol: ser los brazos y las manos ejecutores de la obra de Dios. Estas tres cosas son la esencia del Mensaje de