Ella, María, la Madre de Jesús y Madre Nuestra, nos llama a entregarnos por completo a la Santa Voluntad de DIOS, sin dudas, sin miedos, sin complejos. Con el corazón lleno de Amor y Confianza, pese a toda circunstancia fuerte que pudiera existir en nuestras vidas, mirando al Cielo en busca de lo extraordinario sin dejar de tener los pies bien puestos en la tierra con su cotidianidad y su rutina, permitiendo que DIOS entre en nosotros y lo sintamos como algo plenamente natural, vivo y “nuestro”, compartiéndolo con nuestros semejantes. La Bendita Madre María ha sido el único ser humano, y aún en su condición de mujer, que ha alcanzado las cotas más altas de espiritualidad y el conocimiento total de DIOS posible en los tiempos históricos que le tocó vivir, y con todo que es accesible para todos nosotros, hombres y mujeres, aún en estos tiempos, comienzos de Tercer milenio, siglo XXI. En este párrafo está la imagen de la Virgen María como Rosa Mística, aparición dirigida principalmente a los sacerdotes, religiosos y religiosas que se dieron desde 1947 hasta 1983 en Montichiari, Italia, y que ha tenido una devoción muy inmensa en nuestro país, Venezuela.
Así mismo, Ella nos guía a esa entrega, a ese encuentro con DIOS, que es a su vez íntimo y personal, extraordinario y mundial, conduciéndonos por un camino que, si bien nos parece difícil, con tantos compromisos, complicaciones, estructuras físicas y mentales algo rígidas e inflexibles en muchos casos, y sin embargo es así, en esas mismas condiciones que todos enfrentamos en mayor o menor medida, que esta Madre Amorosa y Amable nos trae a DIOS a nuestras vidas. De parte de nosotros está el aceptarlo, adorarlo, amarlo, agradecerle, y confiar plena, total y desinteresadamente en ÉL. La Santísima Virgen recibe de sus hijos y devotos del mundo entero una veneración que tiene diversas raíces culturales, pero que sólo demuestran algo que, tarde o temprano, será reconocido en su justo valor: la Santa e Inmaculada Virgen María es la revelación de EL PRINCIPIO FEMENINO QUE DIOS MISMO ENVÍA AL MUNDO, y por tanto es la Madre Espiritual de toda la Humanidad (y no sólo de los cristianos), el Modelo del Diálogo Cultural, Religioso y Espiritual por excelencia, y es venerada y amada por católicos, ortodoxos, anglicanos, musulmanes, gnósticos, budistas, hinduistas, indígenas, etc. En fin, Ella es Patrimonio Espiritual y Universal de la Humanidad. En la foto tenemos a la imagen de la Excelsa Madre que se venera en Tre Fontane, Roma, producto de una aparición portentosa ante un pastor protestante (que había sido un indiferente católico hasta antes de la Guerra civil española), y sus tres hijos en 1946, donde Ella se anunció como la Virgen de la Revelación.
Desde sus célebres apariciones del cerro de Tepeyac, en México, lugar amenazado por una terrible guerra revanchista de parte de los indígenas en contra los conquistadores y colonos españoles y que a raíz de esta manifestación de amor, materializada en la prodigiosa tilma con Su Imagen, se dió una larga y duradera paz. Pasando inclusive por las apariciones de la Santísima en Medjugorje, Bosnia-Herzegovina, que fueron todo un oasis de paz en medio de la macabra realidad de la guerra civil llevada a cabo por el gobierno comunista serbio de la entonces Yugoslavia, apariciones que todavía hoy traen mensajes cargados de belleza y sencillez y cuya imagen fue labrada por cristianos de la fe ortodoxa, muy conocidos por su aversión a las imágenes de bulto y su gran amor a los íconos. Y hasta antes de la terrible guerra que hoy, en estos momentos, asola a Tierra Santa (Líbano, Israel, Palestina, Siria y Jordania), la Madre hace un solo llamado: PAZ, RECONCILIACIÓN ENTRE LOS HUMANOS Y DE LOS HUMANOS CON DIOS, ORACIÓN, CARIDAD, UNIDAD, FE.
Reina de México y los Pueblos indígenas del contiente americano
(apariciones del 9 al 12 de diciembre de 1531)
envía ahora Tu Espíritu
sobre la faz de la Tierra.
Que el Espíritu Santo
habite en los corazones de todas las gentes, pueblos y naciones,
para que sean preservadas de
la corrupción y del desastre,
de las enfermedades y de la guerra.
Que la Señora de Todos los Pueblos,
que un día fue María,
sea Nuestra Abogada.
Amén