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Te damos la más cordial bienvenida a esta bitácora, dedicada a la Santísima Virgen María y a Su Divino Hijo Nuestro Señor Jesucristo. Te pedimos que te unas a nuestra cadena de oración permanente, con oraciones, rosarios, misas, meditaciones, ayunos, etc., lo que desees y puedas hacer, por nosotros, por ti y tus necesidades y angustias, y sobre todas las cosas, por la paz del mundo entero y la paz de tu país. Nunca olvidemos dar las gracias a Dios, porque es Él la Fuente Inagotable de todos los milagros...
Los Amigos de la Fundación María Ecuménica

lunes, mayo 05, 2008

Nuestra Senora, nuestra esperanza en cualquier necesidad

La virtud del peregrino es la esperanza; sin ella dejaría de caminar o lo haría cansinamente. La Virgen es nuestra esperanza, pues nos alienta continuamente a seguir adelante, nos ayuda a superar los momentos de desaliento, nos saca adelante maternalmente en las circunstancias más difíciles. Siempre que acudimos a Ella -aunque sea con la brevedad de una jaculatoria, o con una mirada a una imagen suya- salimos reconfortados. “Incluso sin que nos demos cuenta, como hiciera con los esposos de Caná de Galilea, interviene siempre con solicitud y delicadeza de madre. Lo hizo de forma ejemplar en el misterio de la Visitación. Se explica, por tanto -continuaba Juan Pablo II-, que resuene a diario en todos sus santuarios el acento melodioso del saludo a la Señora, a la Reina, a la Madre, a la depositaria de la esperanza que alienta a los peregrinos: Deu vos salve, vida, dolcesa i esperanca nostra “ (JUAN PABLO II, Discurso en el Santuario de la Virgen de Montserrat), Dios te salve, vida, dulzura y esperanza nuestra... Así podemos saludarla en muchas ocasiones.

Nuestra Señora fue motivo de alegría, de paz y de esperanza para todos mientras estuvo presente aquí en la tierra. El sábado santo, cuando con la Muerte de Jesús se hizo la oscuridad más completa sobre el mundo, sólo quedó encendida la esperanza de María. Por ello, los Apóstoles se congregaron bajo su amparo. Ahora, desde el Cielo, “con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos ala patria bienaventurada” (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 62). San Bernardo explica bellamente que la Virgen es el acueducto que, recibiendo la gracia de la fuente que brota del corazón del Padre, nos la distribuye a nosotros. Este hilo de agua celestial desciende sobre los hombres, “no todo de una vez, sino que hace caer la gracia gota a gota sobre nuestros corazones resecos” (SAN BERNARDO, Homilía en la Natividad de la Bienaventurada Virgen María, 3-5), según nuestra necesidad y los deseos de recibir. La Virgen nos reconforta siempre y está presente cuando necesitamos protección, pues esta vida es como una larga singladura en la que hemos de padecer vientos y tormentas. Ella es puerto seguro, donde ninguna nave naufraga (SAN JUAN DAMASCENO, Homilía en la Dormición de la Bienaventurada Virgen María). No dejemos que entre la rutina en esas devociones con las que cada día nos acogemos a su protección: el Angelus, el Santo Rosario, las tres Avemarías para pedir por la santa pureza de todos, la devoción del escapulario... Cuando hacemos alguna romería, o vamos a buscar su intercesión en algún santuario o ermita a Ella dedicada, nos acoge con especial misericordia y amor.

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Amor Eterno (Mi Virgen Bella) cantado por Marianella Oráa